Ajeno

Al este de Edén [fragmento]

En el salón, el señor Bacon cruzó las piernas y dijo:

—Tiene usted una finca con grandes posibilidades. ¿Son muy extensas sus propiedades?

—Tengo una buena franja de terreno. Cruza el río y sube por el otro lado. Es una buena propiedad —respondió Adam.

—Entonces, ¿las tierras del otro lado de la carretera también son suyas?

—Así es, aunque me avergüenza tener que admitirlo. Las tengo muy descuidadas. Jamás las he cultivado. Tal vez trabajé demasiado la tierra en mi adolescencia.

El señor y la señora Bacon tenían los ojos fijos en Adam, y éste se dio cuenta de que debía ofrecerles algunas explicaciones para hacerles comprender por qué tenía abandonadas sus tierras.

—Supongo que soy un perezoso. Y mi padre no me hizo ciertamente un favor al dejarme lo suficiente para vivir sin trabajar —añadió.

Bajó los ojos, pero advirtió la sensación de alivio que experimentaron los Bacon. Tratándose de un hombre rico, no podía considerarse pereza. Sólo los pobres eran perezosos, de la misma manera que también eran ignorantes. Un hombre rico que no supiese nada de nada era un caprichoso o un rebelde.

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La breve vida feliz de Francis Macomber [Hemingway] – Impresiones

Hay títulos que no dicen nada, otros pueden hacerlo, pero de manera muy críptica. También hay otros como “La breve vida feliz de Francis Macomber”, que sugieren mucho con solo leerlo.

Este cuento, cuyo título no repetiré más para no desgastarlo, reúne varios sentimientos, todos ellos conectados por la intención del autor: Fluyen dentro de un mismo conducto, sin mezclarse, dejándose diferenciar por sus tonalidades como líquidos de diferentes densidades que, juntos, sumados, otorgan un color especial a quien está observándolos.

El primer sentimiento es el miedo. Tiene que ver en la superficie con Francis y un león. Él (Francis) está de safari con Margaret, su esposa, y Wilson, un cazador profesional. La historia comienza con un triunfo bajo un humor de derrota; es confuso pues el león ha sido cazado y todo parece indicar que fue Francis. No. Fue Wilson quien mató al león luego de que éste quedó gravemente herido por Francis y se adentró en los matorrales para esperar, agazapado, dispuesto a dar muerte antes de morir; así le explicó Wilson a Francis, y esto detonó en él, el miedo más grande que pudo llegar a sentir y terminó actuando como un cobarde al salir corriendo a la soledad de un claro «mientras dos negros y un blanco lo miraban con desprecio»; también su esposa. Bajo la superficie, era el miedo a quedarse solo; dicho temor estaba mimetizado en la costumbre, en su matrimonio, pero Margaret lo conocía y se aprovechaba; es por eso que ella no perdía el tiempo cuando tenía ventaja –como sentenció Francis al saberla infiel–.

Otro sentimiento que se maneja en el texto, es el desprecio. Este se apodera de Margaret durante casi toda la historia. También aparece, más fluctuante, en Wilson hacia Francis.  La conducta de éste último, en diferentes ocasiones, hace dudar al cazador en si tenerle alguna suerte de aprecio o respeto o, por el contrario, aborrecimiento.

La felicidad aparece de una manera fugaz y, a pesar de ello, es el sentimiento más importante, el resultado de la transformación de Francis; es culpable de que regrese el miedo, esta vez transfiriéndose a Margaret al notar que su esposo gana confianza en sí mismo. Es la felicidad de la que habla el título, y éste nos obliga, en varios momentos de la lectura, a plantearnos el porqué de la brevedad, cómo acabará la historia.

El cuento está narrado en una tercera persona omnisciente que trasmuta, en momentos puntuales, en Wilson, permitiendo que hable desde el narrador; las intromisiones de Wilson ayudan a moldearlo, lo vuelven, si se quiere, más orgánico.

El tipo de lenguaje permite que la lectura sea fluida. No se compone de figuras literarias que puedan emocionar, pero no por ello ciertas escenas dejan de ser emocionantes como son las de los momentos en los que Francis y Wilson (y los porteadores) van de caza. A pesar de que me disgusta todo lo relacionado a la caza de animales, los momentos de tensión en el momento en que buscan al león y luego a los búfalos son extremos, especialmente con los últimos. Puede que el lenguaje sea sencillo, pero no es ingenuo: esto permite que el lector se enfoque en la historia.

A mi modo de ver, este cuento de Hemingway es muy complejo, no porque sea de difícil comprensión, sino por todos los elementos que contiene. Más que sentir real la tienda de campaña, el safari, es sentirse en la tienda, bajo el mosquitero, escuchando los ruidos nocturnos, aguardando dos horas a Margaret, escuchar la discusión entre ella y Francis, saberlo humillado, cobarde, descubrir de a poco su transformación, intuir su destino mas no la razón. Más que leer una descripción de personajes, es “escucharlos”, ver su comportamiento, conocer sus emociones y ver cómo intenta solucionar cada uno (Francis, Margaret, Wilson) sus propios conflictos que van surgiendo en la narración. Si bien la manera en que está escrito el cuento pueda parecer plana, la textura, los detalles, se encuentran tanto en la historia como en los personajes y los sentimientos que los moldean.

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Impresiones. Opiniones de un payaso.

Les comparto el fragmento de una reseña sobre Opiniones de un payaso que me publicaron en Revista Humanismo y Sociedad:

En Opiniones de un payaso no habla el payaso que creí. Esto me entristeció un poco –una especie de decepción– porque esperaba a uno experimentado, curtido, que me hablara de sus amarguras; lo vi como el cliché del payaso triste: En la noche de su profesión, acabado por ella, y a pesar de que ya no estuviera ejerciendo, tendría un mal intento de maquillaje, producto de la negligencia, sobre una barba creciente y tupida; debo decir que lo imaginé como no se lo merece él ni ningún payaso, porque en esa profesión prima el buen humor (sea uno alegre o triste) sobre los conflictos internos, así que luego consideré injusto que alguien siempre presto al esfuerzo por crear sonrisas, por intentar estrujar el corazón de los demás haciendo que la risa brote, termine en la decadencia. Afortunadamente, al que encontré es uno de veintisiete años…

Éste es el enlace a la reseña completa: http://fer.uniremington.edu.co/ojs/index.php/RHS/article/view/192/198

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Ajeno

Ese punto azul pálido [#2]

Ann Druyan sugiere un experimento: observemos de nuevo el punto azul pálido del capítulo anterior. Contemplémoslo durante un rato. Miremos ese puntito el tiempo que haga falta y luego tratemos de convencernos de que Dios creó todo el universo exclusivamente para una de entre los diez millones de especies que habitan esa mota de polvo. Demos ahora un paso más: imaginemos que todo fue creado para un solo matiz de esa especie, o género, o subdivisión étnica o religiosa. Si eso no nos parece demasiado improbable, tomemos otro puntito. Supongamos que ése está habitado por una forma distinta de vida inteligente. También ellos defienden la noción de un Dios que lo ha creado todo para su beneficio. ¿Tomaremos en serio su reivindicación?

[…]

Las ingentes distancias que median hasta las estrellas y las galaxias son responsables de que en el espacio todo lo veamos en el pasado, y que incluso percibamos algunos cuerpos celestes tal como eran antes de la formación de la Tierra. Los telescopios son en realidad máquinas del tiempo. Mucho tiempo atrás, cuando una galaxia primitiva empezaba a verter luz a la oscuridad que la envolvía, ningún testigo podía saber que, miles de millones de años después, unos cuantos pedazos remotos de roca y metal, hielo y moléculas orgánicas acabarían por juntarse para formar un lugar llamado Tierra; o que la vida nacería y evolucionaría hasta dar seres pensantes que, un buen día, tomarían un fragmento de esa luz galáctica y tratarían de averiguar qué era lo que la había colocado en su camino.

Y cuando la Tierra muera, dentro de unos cinco mil millones de años, cuando haya quedado reducida a cenizas o haya sido tal vez engullida por el Sol, surgirán otros mundos, estrellas y galaxias que nada sabrán de un lugar llamado en su día la Tierra.

Casi nunca parece un PREJUICIO. Al contrario, la idea de que, a raíz de un nacimiento casual, nuestro grupo (sea el que sea) debe ocupar una posición central en el universo social, parece acertada y justa. Entre príncipes faraónicos y pretendientes de la dinastía Plantagenet, hijos de capitalistas sin escrúpulos y burócratas del Comité Central, bandas callejeras y conquistadores de naciones, miembros de confiadas mayorías, oscuras sectas y denostadas minorías, esta actitud narcisista parece tan natural como la acción de respirar. Bebe de las mismas fuentes psíquicas que alimentan al sexismo, racismo, nacionalismo y otros perniciosos chauvinismos que azotan a nuestra especie. Es necesaria una gran fuerza de carácter para soportar la arrogancia de los que sostienen que gozamos de una superioridad clara —o incluso que nos ha sido otorgada por Dios— sobre nuestros congéneres. Cuanto más precaria es nuestra autoestima, mayor es nuestro grado de vulnerabilidad ante tales afirmaciones.

Dado que los científicos son personas, no es extraño que pretensiones comparables a la expresada se hayan insinuado también en el ámbito de la visión científica del mundo. En realidad, muchos de los debates centrales en la historia de la ciencia parecen, en parte, discusiones acerca de si la condición humana es especial. Casi siempre, de entrada se asume que somos especiales. No obstante, después de examinar la cuestión con mayor rigor se descubre —con desaliento en muchos casos— que no lo somos.

Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio – Carl Sagan.

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Ajeno

Ese punto azul pálido [#1]

La tierraDesde la distancia, los planetas parecen sólo puntos de luz, con manchas o sin ellas, incluso a través del telescopio de alta resolución instalado a bordo del Voyager. Son como los planetas observados a simple vista desde la superficie de la Tierra, puntos luminosos más brillantes que la mayoría de estrellas. Por espacio de unos meses, nuestro planeta, al igual que los demás, da la sensación de flotar entre las estrellas. Con sólo mirar uno de esos puntos no somos capaces de decir lo que alberga, cuál ha sido su pasado y si, en esta época concreta, vive alguien allí.

Como consecuencia del reflejo de la luz solar de la nave hacia la Tierra, ésta parece envuelta en un haz de luz, como si ese pequeño mundo tuviera algún significado especial. Pero se trata solamente de un accidente achacable a la geometría y a la óptica. El Sol emite su radiación equitativamente en todas direcciones. Y si la imagen hubiera sido tomada un poco antes o un poco después, no habría habido haz de rayos solares que iluminara la Tierra.

¿Y por qué ese color azul celeste? El azul procede en parte del mar y en parte del cielo. Dentro de un vaso, el agua es transparente y absorbe ligeramente más luz roja que azul. Pero si lo que hay son decenas de metros de ese elemento o más, éste absorbe toda la luz roja y lo que se refleja de vuelta al espacio es el azul. Del mismo modo, a corta distancia, a través del aire, el objeto se ve transparente. No obstante —y eso es algo que Leonardo da Vinci explicó a la perfección—, cuanto más distante se encuentra, más azul parece. ¿Por qué? Ello es debido a que el aire dispersa mucho mejor la luz azul que la roja. Por ello, el matiz azulado de ese puntito es debido a su espesa pero transparente atmósfera y a sus profundos océanos de agua líquida. ¿Y el blanco? En un día normal, la Tierra aparece medio cubierta de blancas nubes de agua.

Nosotros somos capaces de explicar ese azul pálido que presenta nuestro pequeño mundo porque lo conocemos bien. Sin embargo, es menos probable que un científico extraterrestre, recién llegado a los aledaños de nuestro sistema solar, fuera capaz de deducir la existencia de océanos, nubes y una atmósfera densa. Neptuno, por ejemplo, es azul, pero fundamentalmente por razones distintas. Desde esa posición tan alejada puede parecer que la Tierra no reviste ningún interés especial.

Pero para nosotros es distinta. Echemos otro vistazo a ese puntito. Ahí está. Es nuestro hogar. Somos nosotros. Sobre él ha transcurrido y transcurre la vida de todas las personas a las que queremos, la gente que conocemos o de la que hemos oído hablar y, en definitiva, de todo aquel que ha existido. En ella conviven nuestra alegría y nuestro sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas, cazadores y forrajeadores, héroes y cobardes, creadores y destructores de civilización, reyes y campesinos, jóvenes parejas de enamorados, madres y padres, esperanzadores infantes, inventores y exploradores, profesores de ética, políticos corruptos, superstars, «líderes supremos», santos y pecadores de toda la historia de nuestra especie han vivido ahí… sobre una mota de polvo suspendida en un haz de luz solar.

La Tierra constituye sólo una pequeña fase en medio de la vasta arena cósmica. Pensemos en los ríos de sangre derramada por tantos generales y emperadores con el único fin de convertirse, tras alcanzar el triunfo y la gloria, en dueños momentáneos de una fracción del puntito. Pensemos en las interminables crueldades infligidas por los habitantes de un rincón de ese pixel a los moradores de algún otro rincón, en tantos malentendidos, en la avidez por matarse unos a otros, en el fervor de sus odios.

Nuestros posicionamientos, la importancia que nos auto atribuimos, nuestra errónea creencia de que ocupamos una posición privilegiada en el universo son puestos en tela de juicio por ese pequeño punto de pálida luz. Nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en nuestra oscuridad, en medio de esa inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo hasta hoy conocido que alberga vida. No existe otro lugar adonde pueda emigrar nuestra especie, al menos en un futuro próximo. Sí es posible visitar otros mundos, pero no lo es establecernos en ellos. Nos guste o no, la Tierra es por el momento nuestro único hábitat.

Se ha dicho en ocasiones que la astronomía es una experiencia humillante y que imprime carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura de la vanidad humana que esa imagen a distancia de nuestro minúsculo mundo. En mi opinión, subraya nuestra responsabilidad en cuanto a que debemos tratarnos mejor unos a otros, y preservar y amar nuestro punto azul pálido, el único hogar que conocemos.

 

Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio – Carl Sagan.

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¿Qué queda?

[Buena suerte. d A.L]

¿Qué se hace más largo?
¿Esa tarde de espera o toda una vida?

Una tarde de aguante
sin dinero
con el sueño a cuestas
cerrando los ojos
las manos apoyadas
las manos soportando la vida
los pies se balancean
y el hambre
el hambre
¡El hambre!
Ir de aquí para allá en una ciudad ajena
siempre a los mismos lugares
de blancura enfermiza
de espera inacabable
con voces indolentes
que surgen de gargantas metálicas
y evocan guiones de memoria
voces fastidiadas que no comprenden el dolor
¿Qué queda?
La espera en una tarde tranquila
la espera fastidiosa en una tarde de hambre
¿Cómo dormir en una banca de parque de una ciudad ajena?
La cabeza se balancea sobre el cuello cansado
los ojos ceden a la negrura
las manos sostienen
las manos cansadas se aferran al concreto
el mundo pasa despacio
sin sigilo
sólo transcurre
y en la memoria
las filas, las horas, los días
los recados
la fatiga la fatiga
¿Y qué queda?
Resignación
el fruto de la paciencia, aprendida con los años
el yugo que se aferra al alma con cada decepción
una caricia dolorosa al orgullo
Y entonces la tarde se hace corta
aguardar una hora incierta en soledad, en ayuno
no es tanto
la voluntad encoge el tiempo y lo vuelve exhalación
la ansiedad no asoma
Queda la fortaleza
las cicatrices del dolor
los recuerdos de las batallas perdidas
la ilusión de la Victoria

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velada íntima

«¿Te lo muestro?» Dice ella casi entre sueños, arrullándose con sus propias palabras, apoyada la cabeza sobre el pecho de él que la mantiene en un vaivén somnoliento. «¿Te lo muestro?» Repite con un tono pícaro, su voz arrastrada mientras alarga pesadamente el brazo buscándole la cabeza para asirse a su cabello.

Él aspira hondo, un pitazo al cigarrillo, deja que se llene su boca con el humo, lo expulsa sin expulsarlo, la boca abierta y el humo escapa, pero quiere permanecer junto a ellos como un venenoso espectador pálido de la conversación. Da otro pitazo y esta vez expulsa con fuerza para ahuyentar al voyeur diáfano. «Claro» Responde tosiendo y ocultando su boca tras la mano «De vos quiero conocerlo, verlo todo».

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mi compañera

Eres mi compañera, la que elijo siempre con amor
eres la que me quita la cordura
cuando te alejas, para mí es pura tortura
y al volver tú, llega contigo mi razón

El camino es largo al viajar solo
la estadía tediosa estando solo
Se me inunda el alma de amagura
al saberme extinto en tu corazón

Soy el compañero que elegiste
soy el que andará a tu lado este camino
seré tu apoyo y guía cuando me necesites
Te confieso: Espero no alcanzar nuestro destino

Deseo seguir viajando contigo
entre alegrías, tristezas, mundos reales o inventados
Y cuando tengas frío darte abrigo
o cuando tu corazón tenga calor ser yo el testigo
de su maravillosa desnudez arcana
y aprovechar y alimentarme del amor que emana
y cubrirlo luego con el mío
así este amor será tuyo y mío
por siempre, hasta que nos venga en gana
hasta que estemos acabados

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náufrago

Abro los ojos en la hora en que la mayoría de los que ambicionan con algo
se alistan para alcanzar sus sueños de a poco
de a día
me revuelco en la cama y escucho los primeros vehículos rugir
escucho las carretas sobre un asfalto que les niega tranquilidad
busco el sueño, pasmado como quien tiene demasiadas preocupaciones
o como el que ya no tiene ninguna y espera su turno
Sin notarlo, caigo
las carretas, la gente, avanzan.

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Extraviado

Aquí estoy. En medio de nada, en el interior de un país sin nombre; un lugar en el que se extienden cultivos a este y oeste, en el que la única certeza es un sol que vierte odio sobre mí. Lo demás se va creando conmigo; la carretera que divide la planicie, generada, en la tierra estéril, por las toneladas sobre el caucho que viajan y dejan únicamente un recuerdo polvoriento con su paso apresurado; los árboles que se asoman, de aspecto milenario, sombrío, y contemplan el mundo y su degradación. La extensión es infinita, irreal. Sigo el camino creado por la civilización; me pregunto qué llevarán las volquetas a cuestas en una zona en la que sólo parecen existir cultivos triviales, básicos para la subsistencia y me pregunto dónde está el dueño de cada plantación porque la presencia humana, aparte de mí, es nula, incluso en los vehículos que no tienen descanso y se dedican a pasar de manera monótona, viciada.

Sigo en solitario, sin buscar un destino específico mas sí una salida de algún tipo. Los pasos me acercan a una encrucijada. El sol es ahora cosmético. En la tierra árida se imponen los árboles, inmensos, con tanta existencia en sí mismos que lucen indiferentes ante la vida y la muerte; sus ramas se abrazan, se unen y simulan una noche de luna menguante en la que las sombras no dejan morir completamente los detalles. Te telefoneo desde allí y te cuento de este lugar, de cómo los troncos se alzan imponentes y no permiten que nada los intimide; que los árboles emanan presencia y no sé explicártelo; y te digo que los fotografiaré para ti, que luego te los mostraré, y con eso te miento; te digo también que me encantaría que estuvieses aquí, pero me guardo la razón.

El camino me da tres opciones, porque el retorno nunca fue la cuarta. Da igual cuál escoja. Saco un mapa de mi bolsillo; me ubico en él, me doy cuenta de que estoy en un valle africano, en una nación que no existe. Estoy perdido. Si pudiera despertar en este instante, no conseguiría regresar, no encontraría la salida que ahora dudo si busco; una parte de mí permanecerá extraviado en esta encrucijada en la que seguir una dirección significa errar hasta el infinito, o en la que quizás no habrá más que esto. Una parte de mí permanecerá extraviado, la parte que no pudo despertar, no pudo, que no pudo escapar; esa parte de mí que te escribe esto, para que sepas que no te olvido a pesar del espacio y la distancia que aquí no existen ya; desearía enviarte una fotografía de esos seres que no me juzgan, que sólo parecen mirarme sin curiosidad mientras no me decido.

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