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La breve vida feliz de Francis Macomber [Hemingway] – Impresiones

Hay títulos que no dicen nada, otros pueden hacerlo, pero de manera muy críptica. También hay otros como “La breve vida feliz de Francis Macomber”, que sugieren mucho con solo leerlo.

Este cuento, cuyo título no repetiré más para no desgastarlo, reúne varios sentimientos, todos ellos conectados por la intención del autor: Fluyen dentro de un mismo conducto, sin mezclarse, dejándose diferenciar por sus tonalidades como líquidos de diferentes densidades que, juntos, sumados, otorgan un color especial a quien está observándolos.

El primer sentimiento es el miedo. Tiene que ver en la superficie con Francis y un león. Él (Francis) está de safari con Margaret, su esposa, y Wilson, un cazador profesional. La historia comienza con un triunfo bajo un humor de derrota; es confuso pues el león ha sido cazado y todo parece indicar que fue Francis. No. Fue Wilson quien mató al león luego de que éste quedó gravemente herido por Francis y se adentró en los matorrales para esperar, agazapado, dispuesto a dar muerte antes de morir; así le explicó Wilson a Francis, y esto detonó en él, el miedo más grande que pudo llegar a sentir y terminó actuando como un cobarde al salir corriendo a la soledad de un claro «mientras dos negros y un blanco lo miraban con desprecio»; también su esposa. Bajo la superficie, era el miedo a quedarse solo; dicho temor estaba mimetizado en la costumbre, en su matrimonio, pero Margaret lo conocía y se aprovechaba; es por eso que ella no perdía el tiempo cuando tenía ventaja –como sentenció Francis al saberla infiel–.

Otro sentimiento que se maneja en el texto, es el desprecio. Este se apodera de Margaret durante casi toda la historia. También aparece, más fluctuante, en Wilson hacia Francis.  La conducta de éste último, en diferentes ocasiones, hace dudar al cazador en si tenerle alguna suerte de aprecio o respeto o, por el contrario, aborrecimiento.

La felicidad aparece de una manera fugaz y, a pesar de ello, es el sentimiento más importante, el resultado de la transformación de Francis; es culpable de que regrese el miedo, esta vez transfiriéndose a Margaret al notar que su esposo gana confianza en sí mismo. Es la felicidad de la que habla el título, y éste nos obliga, en varios momentos de la lectura, a plantearnos el porqué de la brevedad, cómo acabará la historia.

El cuento está narrado en una tercera persona omnisciente que trasmuta, en momentos puntuales, en Wilson, permitiendo que hable desde el narrador; las intromisiones de Wilson ayudan a moldearlo, lo vuelven, si se quiere, más orgánico.

El tipo de lenguaje permite que la lectura sea fluida. No se compone de figuras literarias que puedan emocionar, pero no por ello ciertas escenas dejan de ser emocionantes como son las de los momentos en los que Francis y Wilson (y los porteadores) van de caza. A pesar de que me disgusta todo lo relacionado a la caza de animales, los momentos de tensión en el momento en que buscan al león y luego a los búfalos son extremos, especialmente con los últimos. Puede que el lenguaje sea sencillo, pero no es ingenuo: esto permite que el lector se enfoque en la historia.

A mi modo de ver, este cuento de Hemingway es muy complejo, no porque sea de difícil comprensión, sino por todos los elementos que contiene. Más que sentir real la tienda de campaña, el safari, es sentirse en la tienda, bajo el mosquitero, escuchando los ruidos nocturnos, aguardando dos horas a Margaret, escuchar la discusión entre ella y Francis, saberlo humillado, cobarde, descubrir de a poco su transformación, intuir su destino mas no la razón. Más que leer una descripción de personajes, es “escucharlos”, ver su comportamiento, conocer sus emociones y ver cómo intenta solucionar cada uno (Francis, Margaret, Wilson) sus propios conflictos que van surgiendo en la narración. Si bien la manera en que está escrito el cuento pueda parecer plana, la textura, los detalles, se encuentran tanto en la historia como en los personajes y los sentimientos que los moldean.

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Impresiones. Opiniones de un payaso.

Les comparto el fragmento de una reseña sobre Opiniones de un payaso que me publicaron en Revista Humanismo y Sociedad:

En Opiniones de un payaso no habla el payaso que creí. Esto me entristeció un poco –una especie de decepción– porque esperaba a uno experimentado, curtido, que me hablara de sus amarguras; lo vi como el cliché del payaso triste: En la noche de su profesión, acabado por ella, y a pesar de que ya no estuviera ejerciendo, tendría un mal intento de maquillaje, producto de la negligencia, sobre una barba creciente y tupida; debo decir que lo imaginé como no se lo merece él ni ningún payaso, porque en esa profesión prima el buen humor (sea uno alegre o triste) sobre los conflictos internos, así que luego consideré injusto que alguien siempre presto al esfuerzo por crear sonrisas, por intentar estrujar el corazón de los demás haciendo que la risa brote, termine en la decadencia. Afortunadamente, al que encontré es uno de veintisiete años…

Éste es el enlace a la reseña completa: http://fer.uniremington.edu.co/ojs/index.php/RHS/article/view/192/198

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Un día perfecto para el pez plátano [J.D. Salinger]

La primera vez que escuché de Salinger fue hace varios años. No lo leí, supe de él por un cuento cuyo nombre es igual al de una novela de otro autor reconocido. Yo buscaba la novela porque deseaba regalársela a mi papá; quería que tuviera el gusto de releerla cuando quisiera ya que alguna vez me dijo que era de los libros que más le había gustado hasta ese entonces. Pero en vez de toparme con lo que buscaba, me topé con el cuento de J.D. Salinger. Esa vez, ese primer contacto fue somero pero muy arrogante de mi parte porque él estuvo para que lo leyera y simplemente le desprecié.

Luego de mucho tiempo vuelvo a encontrármelo y decido (con humildad) leer aquel cuento que me recordaba la novela que años atrás busqué. Lo hice porque su nombre me ligaba de alguna forma a esa búsqueda que tuve por querer dar un gusto a alguien amado.

Fue decepcionante. No porque el cuento sea malo, sino quizás por el hecho de esperar algo debido al nexo emocional que podía tenerle al nombre y que simplemente no sucedió. Releí el cuento unas veces más intentando encontrarle algo que fuera de gusto, pero no pasó.

Dejé a Salinger quieto unos días y luego decidí leer en orden su libro ‘Nueve cuentos’ esperando encontrar algo que me atrajera. El primero en la lista fue ‘Un día perfecto para el pez plátano’ y fue por ese por el que me incliné a dar mis impresiones; no sin antes haber leído otros de sus relatos.

Un Día Perfecto para el Pez Plátano es un cuento que aparece dividido en tres partes:

La primera es una conversación telefónica entre Muriel y su madre. En la conversación se discute la estabilidad mental de Seymour Glass, el esposo de la joven, que llegó de la guerra y ha comenzado a tener un comportamiento extraño, peligroso frente a la familia de Muriel. Ésta última no parece prestarle mucha atención a dicha conducta que en varias ocasiones ha sido aberrante y suicida. La conversación pasa de discutir lo peligroso que puede llegar a ser Seymour a comentar banalidades sobre el tipo de gente que se aloja en el hotel; o el vestido que lleva una mujer y cómo lo lleva. En esta parte se bosqueja una situación; se genera una intención de lo que podría ser el desenlace de la historia.

Personalmente el diálogo de esta primera parte me gustó porque es espontáneo, con algunas divagaciones y es en ocasiones fragmentado por sus interlocutoras sin volverse tedioso.

La segunda parte del cuento desvía momentáneamente la atención de lo que se contó al principio sin realmente hacerlo porque Salinger crea un enlace sutil con la primera línea de Sybil Carpenter (Es un juego de palabras en el idioma original: “See more glass” que es una forma tosca –infantil- de referirse a Seymour Glass y en la traducción queda como ‘Ver más vidrio’). Pero este enlace puede perderse para el lector (en su idioma original, ya que en el libro existe una nota del traductor) y dejar al personaje (al joven, como lo nombra constantemente Salinger) como un individuo cualquiera hasta que se va desvelando su comportamiento a medida que se avanza en la historia.

Seymour va apareciendo como un ser enajenado que parece discurrir entre lo real y lo que para él puede serlo, lo que hace complicado en ocasiones diferenciar si su conducta con Sybil es inocente o maliciosa. Seymour es un hombre que quedó traumatizado por vivir la guerra como soldado. Regresa a su país marcado, ensimismado, indiferente a su mujer y a lo que lo rodea exceptuando, aparentemente, la inocencia que perdió y que intenta recuperar de alguna manera en su diálogo con Sybil. Pero dentro de ese diálogo de aparente inocencia en el que intenta eludir una realidad contrastante a lo que pudo haber vivido en la guerra, surge la lucidez del adulto que no le permite olvidar lo que lo rodea, lo que le espera; y es ese el momento en que aparece el pez plátano como una posible metáfora. ¿Pero una metáfora de qué realmente? Al principio lo asumí (al pez plátano) como un reflejo del mismo Seymour  por lo que tuvo que vivir en la guerra y por lo que llegó a convertirse a raíz de ella. Luego pensé que el pez plátano podría referirse al consumismo de las personas, al egoísmo de cada quién y su deseo por abarcar de manera enfermiza, y cómo Seymour se volvió más susceptible a ese comportamiento luego de ser dado de baja y regresar.

Finalmente decidí por no aferrarme solamente a una de esas dos maneras de verlo, sino a que pudiera ser una mezcla de ambas. Pero podría estar equivocado y asumo mal la intención del escritor quien pudo haber plasmado una tercera opción ajena a mi percepción. De cualquier forma, la experiencia que tengo con este cuento no se fundamenta en vislumbrar un real significado de dicha metáfora, sino a la manera en que está escrito y a las emociones que me produjo.

La parte final de la historia sucede muy rápido y finaliza de manera abrupta. Se podría decir que termina en punta aunque como mencioné antes, al principio se genera una intención de lo que puede ser este final; pero aun si fuera predecible para el lector, Salinger le da poco tiempo para asimilarlo.

En algún momento discutí sobre Salinger con alguien y me contó que era conocido (entre otros cosas) por su manejo de la voz infantil y esto se ve con claridad en el personaje de Sybil Carpenter. Pero no solamente se ve en ‘Un día perfecto para el pez plátano’, también se ve su gran manejo de dicha voz en ‘El hombre que ríe’, ‘El bote’ y en ‘Para Esmé con amor y sordidez’. La voz femenina que maneja Salinger también es, a mi juicio, impecable, y un ejemplo de ello se encuentra en ‘El tío Wiggily en Connecticut’ y en ‘Justo antes de la guerra con los esquimales’.

‘Un día perfecto para el pez plátano” recoge la voz infantil, la voz femenina y la voz de un soldado (otra que es recurrente en los cuentos de Salinger) y las trabaja durante casi todo el cuento en diálogos; cosa que es lo que más me atrajo de la historia. Los personajes son muy pulidos y Salinger deja que sean ellos los que cuenten la historia por medio de la conversación más que de la narración. Él solamente interviene en los momentos en que debe hacerlo y lo hace de manera muy simple pero efectiva con frases cortas “…-Sí, mamá -dijo la chica, cargando su peso sobre la pierna derecha…”y metódicas “…Se lo quitó. Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado. Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil…”.

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