Ajeno

Al este de Edén [fragmento]

En el salón, el señor Bacon cruzó las piernas y dijo:

—Tiene usted una finca con grandes posibilidades. ¿Son muy extensas sus propiedades?

—Tengo una buena franja de terreno. Cruza el río y sube por el otro lado. Es una buena propiedad —respondió Adam.

—Entonces, ¿las tierras del otro lado de la carretera también son suyas?

—Así es, aunque me avergüenza tener que admitirlo. Las tengo muy descuidadas. Jamás las he cultivado. Tal vez trabajé demasiado la tierra en mi adolescencia.

El señor y la señora Bacon tenían los ojos fijos en Adam, y éste se dio cuenta de que debía ofrecerles algunas explicaciones para hacerles comprender por qué tenía abandonadas sus tierras.

—Supongo que soy un perezoso. Y mi padre no me hizo ciertamente un favor al dejarme lo suficiente para vivir sin trabajar —añadió.

Bajó los ojos, pero advirtió la sensación de alivio que experimentaron los Bacon. Tratándose de un hombre rico, no podía considerarse pereza. Sólo los pobres eran perezosos, de la misma manera que también eran ignorantes. Un hombre rico que no supiese nada de nada era un caprichoso o un rebelde.

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